sábado, 19 de noviembre de 2016

Perdiendo el norte ...

Hoy quiero compartir con vosotros un pequeño cuento que nació tras una gran ruta. La ruta que nos lleva desde Buitrago de Lozoya hasta el Palacio de Osuna, un lugar con murallas, palacio y paisajes que nos transportan a la fábula.





Hace muchos, muchos, muchos años en este mismo lugar cuenta la leyenda que un intrépido montañero encontró un gran tesoro. No era un montañero cualquiera pues por sus venas corría sangre azul. 

Un día en la noche se dio cuenta que tenía que salir en busca de su amor, una misteriosa princesa, que meses antes había visto en algún lugar. Preparo su salida con esmero y dedicación, llevo comida y agua para varios días, ropas de abrigo pues el invierno es duro incluso para los de sangre azul; preparo su caballo, preparo su calzado, preparo también un regalo para la princesa, preparo su corazón con la oración, preparo sus alforjas, se despidió y salió de su tierra.
Comenzó a caminar, caminó, caminó y caminó, fue entonces cuando se paró un momento y se dio cuenta que tanto había preparado que se había olvidado de lo más importante, de preparar el camino, la ruta que seguiría ¿cómo encontraría a su amor?


Sabía que la princesa vivía en el norte, pero ¿cómo se orientaría si había olvidado el mapa? Mirando aquella noche a las estrellas, se dio cuenta que ahí estaba su respuesta, las estrellas le guiarían hacia dónde ir, tendría entonces que caminar en la noche, pero a pesar de la oscuridad las estrellas iluminarían su camino. Comenzó entonces su travesía en la noche, tenía mucho miedo y frio, pero había algo que le hacía confiar que ese era el camino correcto. Camino durante varias noches bajo las estrellas y al salir el sol descansaba. Entonces se volvió impaciente, tenía que llegar, ¡tenía que encontrar a su princesa! Pensó como encontraría su camino bajo la luz del sol sin esperar a las estrellas y se le ocurrió una gran idea, seguiría su corazón. Si lo que estaba buscando era el amor, solo el corazón podría ser su brújula.


Se puso entonces en marcha, una vez más sin esperar un minuto, comenzó a caminar y caminar, cuando llegaba a una encrucijada y tenía entonces que decidir qué camino seguir, miraba al cielo intentando dibujar las estrellas que le habían guiado en la oscuridad y después se escuchaba muy adentro, que decía su corazón. Así fue descartando unos caminos y eligiendo otros. Tuvo momentos de duda y otros de miedo, ¿sería ese el camino correcto?, pero entonces caía la noche y las estrellas le dejaban ver que estaba en el buen camino, seguía caminando hacia el norte.


Cansado de caminar varios días sin descanso decidió parar a dormir, durmió profundamente bajo las estrellas que le guiaban. Los rayos de sol del amanecer le hicieron despertar y al abrir sus ojos no pudo contener la alegría, con el cansancio y la oscuridad de la noche no había visto que ante sus ojos tenía aquel palacio y que en sus balcones mirando al cielo, se encontraba aquella princesa. Corrió a su encuentro y se dieron un gran abrazo, ella le dijo que cada noche desde aquel balcón miraba las estrellas; él sin decir nada busco entre sus cosas y le dio aquel regalo que había preparado para ella. Aquel regalo era un brújula, así siempre sabría dónde está su hogar, dónde está su corazón y sería entonces en la noche y en el día, aquello que la guiaría hacia el amor.

-         ¿Quiénes son guía en nuestra vida? ¿Por quién o qué nos dejamos guiar?
-         ¿Cuándo estás perdido, como encuentras el norte?



¿Y por qué no?

jueves, 10 de noviembre de 2016

Rainbow ...



Reflexiones de un miércoles…

A veces, en medio de la tormenta hay un arco iris, que nos muestra todos los colores. A veces, en medio de la tormenta hay luz. A veces, no necesitas esperar que termine; a veces y sólo a veces, en medio de la tormenta puedes ver, porque cuando el sol sale ciega y los colores dejas de ver; pero a veces y sólo a veces, entre la tormenta y el sol esta la vida. En ese justo punto en el que puedes ver el arco iris, a veces y sólo a veces, una gota te puede llevar a un océano. A veces y sólo a veces, el arco iris es la solución.

Deja de vivir en blanco y negro. 
¿Y por qué no?