Hoy quiero compartir con
vosotros un pequeño cuento que nació tras una gran ruta. La ruta que nos lleva
desde Buitrago de Lozoya hasta el Palacio de Osuna, un lugar con murallas,
palacio y paisajes que nos transportan a la fábula.
Hace muchos, muchos, muchos años en este mismo lugar cuenta la leyenda que un intrépido montañero encontró un gran tesoro. No era un montañero cualquiera pues por sus venas corría sangre azul.
Un día en la noche se dio
cuenta que tenía que salir en busca de su amor, una misteriosa princesa, que
meses antes había visto en algún lugar. Preparo su salida con esmero y dedicación,
llevo comida y agua para varios días, ropas de abrigo pues el invierno es duro
incluso para los de sangre azul; preparo su caballo, preparo su calzado,
preparo también un regalo para la princesa, preparo su corazón con la oración,
preparo sus alforjas, se despidió y salió de su tierra.
Comenzó a caminar, caminó,
caminó y caminó, fue entonces cuando se paró un momento y se dio cuenta que
tanto había preparado que se había olvidado de lo más importante, de preparar
el camino, la ruta que seguiría ¿cómo encontraría a su amor?
Sabía que la princesa vivía en
el norte, pero ¿cómo se orientaría si había olvidado el mapa? Mirando aquella
noche a las estrellas, se dio cuenta que ahí estaba su respuesta, las estrellas
le guiarían hacia dónde ir, tendría entonces que caminar en la noche, pero a
pesar de la oscuridad las estrellas iluminarían su camino. Comenzó entonces su travesía
en la noche, tenía mucho miedo y frio, pero había algo que le hacía confiar que
ese era el camino correcto. Camino durante varias noches bajo las estrellas y
al salir el sol descansaba. Entonces se volvió impaciente, tenía que llegar, ¡tenía
que encontrar a su princesa! Pensó como encontraría su camino bajo la luz del
sol sin esperar a las estrellas y se le ocurrió una gran idea, seguiría su
corazón. Si lo que estaba buscando era el amor, solo el corazón podría ser su brújula.
Se puso entonces en marcha,
una vez más sin esperar un minuto, comenzó a caminar y caminar, cuando llegaba
a una encrucijada y tenía entonces que decidir qué camino seguir, miraba al cielo
intentando dibujar las estrellas que le habían guiado en la oscuridad y después
se escuchaba muy adentro, que decía su corazón. Así fue descartando unos
caminos y eligiendo otros. Tuvo momentos de duda y otros de miedo, ¿sería ese
el camino correcto?, pero entonces caía la noche y las estrellas le dejaban ver
que estaba en el buen camino, seguía caminando hacia el norte.
Cansado de caminar varios
días sin descanso decidió parar a dormir, durmió profundamente bajo las
estrellas que le guiaban. Los rayos de sol del amanecer le hicieron despertar y
al abrir sus ojos no pudo contener la alegría, con el cansancio y la oscuridad
de la noche no había visto que ante sus ojos tenía aquel palacio y que en sus
balcones mirando al cielo, se encontraba aquella princesa. Corrió a su
encuentro y se dieron un gran abrazo, ella le dijo que cada noche desde aquel
balcón miraba las estrellas; él sin decir nada busco entre sus cosas y le dio
aquel regalo que había preparado para ella. Aquel regalo era un brújula, así
siempre sabría dónde está su hogar, dónde está su corazón y sería entonces en
la noche y en el día, aquello que la guiaría hacia el amor.
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¿Quiénes son guía en nuestra vida? ¿Por quién
o qué nos dejamos guiar?
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¿Cuándo estás perdido, como encuentras el
norte?
¿Y
por qué no?